Tibicus era un hombre valiente que vivió muchas aventuras en
Tibia. El batalló contra números orcos en Ulderek’s Rock, sacrificó
innumerables dragones, encontró varios mad mage y exploró cada una de las cuevas
en el corazón de las minas de Formorgar.
Hasta ahora, el sobrevivió todo gracias a su armadura. Una
armadura que usaba en todas las situaciones, una armadura que lo protegía de
cada tipo de criatura que enfrentaba y que nunca le había fallado. Él estaba
acostumbrado a llevarla y no veía alguna razón para cambiar a un tipo diferente
de armadura, incluso si eso significaba menos protección en varias áreas.
Meses y años pasaron, y Tibicus sacrificó hordas de
monstruos mientras fuertes golpes de espadas, hachas y magic missiles no
dejaban su armadura indemne. He podía contar una historia acerca de cada marca
o rasguño en el protector de su pecho y esto le hacía sentirse nostálgico cuando
hablaba de sus logros pasados. Por eso es que él se quedaba con su armadura aun
en su peor estado.
Entonces pasó lo que estaba destinado a pasar: Tibicus resulto fuertemente lesionado durante una batalla con criaturas superiores a él y su equipo. Él estaba peleando contra dos demons cuando un tercero intento atacarlo por su espalda. Tibicus reconoció la emboscada del demon y fue capaz de evitar el primer ataque, pero fue tirado contra una roca al segundo siguiente. Sus huesos hicieron un sonido fuerte al momento que se golpeó con esta fuerte piedra y sintió el caliente líquido rojo saliendo de su garganta. El sentía un inmenso calor en su pecho y cuando Tibicus observo tenía unas heridas profundas de las garras del demon en su piel. Mientras intentaba parar la hemorragia, observo el área, desesperadamente buscando la posibilidad de escapar. La roca que había lanzado estaba fuera del área de batalla, lo que le dio suficiente tiempo de salir de la zona de peligro.
Él fue favorecido por la fortuna de que estos monstruos
estaban distraídos por la sangre de la muerte de sus camaradas lo que le permitió
salir de este hoyo. Con la última onza de fuerza llego dolorosamente al pie del
templo. La mañana siguiente una priest lo encontró inconsciente en un charco de
su propia sangre entre los dos pilares y lo cargo hasta uno de los cuartos para
cuidar de él.
Por muchos días, Tibicus estaba a punto de morir y las
priests estuvieron a punto de rendirse con él, cuando lentamente abrió sus ojos
después de dos semanas en un estado de coma. Tuvo la suerte de escapar pero
casi no sobrevive. Su armadura una vez más fue capaz de disminuir el impacto en
su cuerpo pero todo lo que quedo de su equipo quedo en un estado devastador…
Tibicus se lo llevo a los mejores herreros y magos de Tibia
para reparar su amada armadura, pero ninguno de ellos fue capaz de completar
sus deseos. Intentaron su mejor esfuerzo, arreglaron y mejoraron muchas cosas e
hicieron su armadura portable de nuevo. Sin embargo, hubo una cosa que ninguno
fue capaz de arreglar: La edad de su armadura.
El continuo su viaje y parecía que la armadura hacia su
trabajo y lo protegía de los ataques de los monstruos. Era suficiente por el
momento, pero inevitablemente empezó a hundirse, no duraría para siempre. La
armadura estaba dificultando su progreso y con la misión de explorar áreas nuevas
ocupadas por brutales y poderosos habitantes, él supo que no tendría chance de
sobrevivir en estas tierras con su vieja armadura.
Un día, conoció un anciano que llevaba una vida de sacrifico en el bosque. Empezaron una larga conversación y se estaba volviendo tarde, ellos decidieron hacer una fogata y compartir un poco de carne. El anciano resultado ser un talentoso pitmaster. La boca de Tibicus se empezó a hacer agua, cuando el olor del pescado tender aromatizado empezó a rondar. Después, ambos estaban llenos de comida y se sentaron alrededor del fuego a disfruta de la calmada noche.
“He conocido a mucha gente en mi vida” decía el anciano, “pero
ninguno como tú, alguien como tu es difícil de conseguir. Tu pasión por pelear
es remarcable puedo decir. Has vivido a través de mucho dolor, y aun tus
fuerzas de batallar al mal siguen vivas. Muchas personas pudieran arrancar una
hoja de tu libro si me preguntas. Pero dime, algo te está molestando, lo puedo
ver en tus ojos.”
Tibicus poso su vista en el fuego y dijo: “Tu sabes, es mi
armadura la que me tiene preocupado. Esta vieja pero no la puedo reemplazar por
otra. Fue parte de mi vida por muchos años, jamás podría botarla.”
El anciano no dijo ninguna palabra, ambos se quedaron
sentados tranquilos alrededor del fuego y veían las cenizas caer. Tibicus
finalmente rompió el silencio: “no es que me rehusé a que mi vieja armadura no está
destinada para futuros retos, pero es muy difícil dejarla ir…”
“Ahora joven, los cambios forman parte de la vida. Nada está
destinado a durar para siempre,” dijo el anciano. “Sin embargo, todo es igual,
solo de una manera diferente.” Tibicus no entendió el significado de esta oración.
Como un niño pequeño, lo miro preguntándose qué significaba esto, pero el
anciano no mostro ni la más ligera inclinación a explicar esto.
“Te voy a ayudar a crear una nueva armadura del polvo que va
a ser suficiente para continuar tu viaje. Confía en mí, con tu vieja armadura
tratare de pasar lo máximo posible a la nueva. No será una réplica exacta pero
hare mi mejor esfuerzo. Duerme esta noche y dime tu decisión mañana.” Tibicus
no estaba muy complacido con la idea de renunciar a su vieja armadura pero el
anciano capturo su atención. Él estuvo rasgado entre la razón y la emoción y no
pudo dormir en la noche. Durante la noche, estuvo pensando y al final, su
curiosidad gano la batalla.
El anciano no perdió tiempo y empezó a trabajar en una nueva
pieza del equipo y le tomo muchos meses hasta que fue capaz de terminarla. Con
mucha anticipación, Tibicus uso su nueva armadura pero no estaba satisfecho. “Realmente
no me gusta” dijo insatisfecho y se le regreso al anciano.
“No hay problema, dime que parte te incomoda y se las
quitare y reconstruiré. Thais tampoco fue creada en un día.” Diez días pasaron
que el anciano trabajaba en mejoras para hacer la armadura más llevadera. “Bueno
me calza pero se siente pesada, son un poco más lento cuando uso esta armadura.”
El anciano agarro la armadura y le redujo el peso. Como era
de imagina, la armadura fue regresada muchas veces y con cada feedback esta
mejoraba y mejoraba. De igual manera, Tibicus nunca estaba satisfecho. Cada vez
que recibía una nueva versión de su armadura, el determinaba que algo debería ser
ajustado. Sus esperanzas fueron disminuyendo, Tibicus se terminó desesperando.
El pensamiento de dejar su vieja armadura por una nueva lo estresaba. No podía ver
el verdadero valor de su nueva armadura porque no funcionaba de la misma manera
que la anterior. Simplemente no fue con la armadura que creció.
El anciano trabajo en la armadura sin cansarse, hasta que un
día se acercó a Tibicus y le dijo: “Mi amigo, el tiempo ha llegado. He hecho
tantos cambios y ajustes como ha sido posible y el resultado es lo más cercano
a tu vieja armadura para que esta entre en su merecido retiro.”
“No anciano, ¿no lo puedes ver? Se siente diferente al
usarla, no es lo mismo, no la quiero dejar ir” Tibicus respondió fuertemente. “Si
Tibicus, como te lo dije, es lo mismo, pero de una manera diferente. Imagina tu
vida como un reloj de arena. Dejando tu vieja armadura, el último grano de
arena se va con la nueva y puedes ver de nuevo. Toda tu existencia, como un
reloj de arena, siempre será reversada y se acabara de nuevo. Todo lo que has
hecho para convertirte en el hombre que eres hoy día, te pasara de nuevo. Establecerás
amistades y conocerás nuevos enemigos, sentirás esperanza y dolor, cometerás
errores, encontraras fortuna y dolor. Toda la estructura de lo que hace tu
existencia no cambiara. Cada corte de grama, cada rayo de sol, seguirá igual.
Una flor, florece y muere en un año y otra flor hará lo mismo al año siguiente.
En la historia del regreso eterno, que afecta tu armadura también. No te
aferres al pasado, dejar ir y te darás cuenta que todo es igual. Los cambios
pasan en cualquier lado en cualquier momento y todo vuelve a pasar.”
Las palabras del anciano se quedaron en la cabeza de Tibicus
después que continúo su camino. Miro a su alrededor, todo seguía igual, venados
paseando, vio una marcha de orcos patrullando en la distancia y sintió el
viento fresco en su cabello. Mientras miraba su armadura sonrió y pensó “Creo
que ya lo entendí…”